A Carla e Iván.
Profesora y estudiante de historia
secuestrados desde hace 4 meses.
Mi corazón está en ustedes.
AD ASTRA PER ASPERA
Hace siete meses, a comienzos de este año, realizó el “Pikete Jurídico” un foro sugerentemente titulado “Persecución Política y Sociedad Carcelaria” que se realizó en otro auditorio de la Universidad de Chile, llegaron bastantes personas: compañeros, solidarios, familiares, estudiantes o simples interesados, y de seguro también había más de algún indeseable de oscuros propósitos. Todos ellos reunidos para conversar en torno a lo que Luisa llamó ese mismo día una historia tan terrible.
Esa tarde se conversó en torno a cómo se había trazado la línea divisoria de la represión y la cultura rebelde en el Chile de los últimos 30 años. Tarea difícil. Sobretodo, porque la carga trágica está dada
por esa relación inseparable del ethos de los rebeldes con la represión. No existe rebelde que no haya
sido reprimido en la historia. Los positivistas podrían decir que eso es casi una ley general. Yo, que no
soy positivista, me atrevo a decir que es una realidad irrenunciable, es decir, todo rebelde sabe que
delante o detrás suyo hay una fronda represiva que va tras de sí.
Pero la represión no es sólo un acto, no es sólo un gesto, alguien dijo por ahí, que es una razón, una “Razón de Estado”, un logos. Represión y Estado son elementos inseparables, como lo son igualmente
el Estado y el Capital. Se necesitan, se procrean, se sustentan el uno al otro. En consecuencia, la
sombra que persigue a los rebeldes es la que proyectada en forma represión genera la máquina del
Estado/Capital. Por tanto, lo que define aquí a ese ethos que no se puede separar de la máquina, no es
en ningún caso un tipo benévolo del pathos, sino todo lo contrario, es una antipatía, una enemistad
profunda. Podríamos decir entonces, que no hay rebelde en el mundo que no sea enemigo de la
máquina que lo persigue.
Los rebeldes son, ante todo, enemigos del presente, y de la realidad que los cobija, o en estricto rigor,
que los encierra. Y en esto no hay puntos medios, no se puede ser rebelde a medias, o se es o no se es.
En verdad, muchas veces lo que ocurre es que en el camino del no ser pero aparentar serlo lo que
termina resultando es una proyección. La proyección de la rebeldía es lo más común, la manifestación de una estética y la negación de un fondo. Pero lo que hace la diferencia es que en este lenguaje, la
responsabilidad de quienes son enemigos del presente no se define penal ni estéticamente, sino más bien, históricamente. Por eso, quienes simplemente se expresan como proyecciónson incapaces de asumir la responsabilidad histórica de sus actos, y se escudan en conceptos jurídicos, como debidos procesos, montajes, respeto a los derechos humanos, y un largo etcétera jurisprudencial.
Pero la responsabilidad histórica, que no es la que se asume en un tribunal penal, que es parte de la
misma máquina Estado/Capital, sino que se asume como perspectiva de vida, está expresada en lo factual, porque es acción en si misma. Hablan los historiadores y los entendidos en las materias teóricas de la historia, que lo que diferencia a la historia de cualquier otra área del conocimiento, es que ella se
ocupa condensar narrativamente una estricta cualidad subjetiva del ser, que define al sujeto, y que han
llamado historicidad.
La historicidad no es otra cosa que la propia carga histórica que cada sujeto deja caer sobre los
hombros de su pensamiento y que con el fluir de sus ideas convierte en hechos. La historicidad es
acción. Los rebeldes son fuentes infinitas de historicidad, están hechos de ella. Es su fibra más íntima,
la que los hace doblegar las diferencias y saberse pares a pesar de los matices. La historicidad de Juan,
de Marcelo y de Freddy es su propia historia, pero si tuviéramos que mostrar un botón de ella en este
preciso momento, tan sólo les pediría que salieran a las afueras de la sala en que se encuentran y lean
en los paneles que de seguro habrán colgados por allí las palabras de los compañeros, sus comunicados, sus narraciones. ¿Qué les llama la atención más allá de la intensidad de su narrativa? Vayan abajo, vean sus nombres, fíjense detenidamente en cómo se sustantivizan.
JUAN ALISTE VEGA – PRISIONERO SUBVERSIVO
MARCELO VILLARROEL – PRISIONERO LIBERTARIO
FREDDY FUENTEVILLA – PRISIONERO MIRISTA
¿Qué es eso de ser mirista, libertario y subversivo cuando se tienen décadas de cárcel en el cuerpo, años de clandestinidad en la sangre, y miles de lunas en el recuerdo de los que ya no están porque emprendieron a empujones su viaje a las estrellas? ¿Qué es eso de ser libertario, subversivo y mirista cuando llevamos 22 años de democracia y el país marca las mejores cifras de estabilidad política-económica de toda su historia?
¿Qué acaso eso no es otra cosa que la historicidad de los rebeldes?
Pues sí, creo que eso es. Que cada una de esas palabritas significa un esfuerzo inmenso por condensar
una vida de enemistad, una vida de combate, una responsabilidad con la historia, puesto que es recién
desde aquí el lugar de dónde podríamos comenzar a comprender estos sucesos. Porque esta aceptación,
que a nosotros nos cuesta tanto asumir, para el Poder no es tan difícil.
Y Juan, Marcelo y Freddy, no serán condenados por sus actos punibles, sino más bien por su inmensa
historicidad, por enfrentarse día a día al presente, hasta en los regímenes más oprobiosos a los que se
puede someter a un ser humano, como fue el castigo extremo en el que Juan definió su Batalla de los
Sentidos, e incluso allí, seguir siendo enemigos. Por eso será su condena.
¿O dirá alguien, que acaso la condena de Juan será por las pruebas que tienen en su contra? Dicen
que él disparó contra un policía, pero también dice el policía que resultó vivo que quien les disparó
también recibió un par de balas en su espalda. Y las pruebas dicen que esos restos no corresponden a
los de Juan. Dicen que las pruebas son suficientes, pero el detalle de esas pruebas dice lo contrario.
Dicen que no fue Juan quien disparó contra el policía; y aquí no se trata de saber quién disparó, se trata
de darse cuenta porqué dicen que fue Juan. Y lo dicen, porque Juan los detesta, los odia en su corazón
de inmenso amor, y les ha dedicado una vida de enemistad, por eso es un subversivo. Y por eso lo
condenarán.
Dicen que Freddy manejaba una motocicleta velozmente por las calles del centro de Santiago luego de
haber asaltado un banco, y que como su acompañante disparó contra dos carabineros, matando a uno e
hiriendo al otro, él es cómplice de homicidio y homicidio frustrado. ¿Saben quién lo dijo? El cómplice
de muchos homicidios para nada frustrados y cientos de torturas que se cometieron en los subterráneos
del infame Cuartel Borgoño, que la DINA heredó a la CNI, y que esta última entregó a la PDI. El Fiscal Militar y profesor de Derecho Procesal de la ilegal, estafadora y tristemente célebre Escuela de
Criminalística de la UTEM, Roberto Reveco, fue quien inició la investigación producto de la muerte
del carabinero Luis Moyano en esa tarde de octubre del 2007. Sin siquiera haber formalizado la
investigación, Reveco citó a una conferencia de prensa para hacer circular en los diarios las fotografías
de Marcelo, Juan, Freddy y Carlos, acusándolos del asalto y el posterior tiroteo con el cabo de la
policía uniformada. Reveco, procesó por la Justicia Militar, y utilizó todo el aparataje de las Fuerzas
Armadas para apuntar a cuatro civiles de dichos actos punibles.
Reveco dijo que Freddy manejó la motocicleta, que Juan disparó y que Marcelo y Carlos participaron
del asalto. Reveco lo dijo desde su escritorio de Fiscal Militar, con sus leyes de inteligencia y testigos
pagados. Lo dijo teniendo a la vista el video de pésima calidad de un banco y el testimonio de un reo
que obtuvo beneficios carcelarios a cambio de su declaración. ¿Qué justicia es la que valora un acto de
delación? ¿Qué justicia es la que promueve, en último caso, la miseria humana? Ya que solo un
miserable es aquel que es capaz de acusar a otro para propio beneficio. Reveco encarna esa justicia.
Reveco es la verdad de Estado.
Hoy la causa no está en la Justicia Militar producto de las últimas reformas realizadas, pero el
Ministerio Público basó su acusación en las mismas pruebas y raciocinios formulados por el torturador
Reveco.
¿Y alguien sigue pensando que este es un problema estrictamente jurídico?
Esperaría que no, aunque el mundo está lleno de incautos y cómplices de la máquina. Pues bien, yo le
creo a Juan cuando dice que él no estuvo en las calles de Santiago ese caluroso octubre, pero mi
creencia no tiene ningún peso jurídico, sus abogados tendrán que probarlo ante un tribunal, el mismo que preparó Reveco, pero que estará con el ropaje democrático-imparcial de la Justicia civil. Yo les creo su historia. Yo les creo. Y no porque sea un simple creyente. Si no, porque sé que esto se llama venganza. Porque si hay algo que el poder puede empuñar y nosotros no, eso se llama leyes, tribunales, juicios, justicia. Nosotros nos armamos de amor y odio, ellos, de armas e instituciones.
Y ahí están, llevando a juicio a los rebeldes, condenándolos por su eterna porfía, porque a Marcelo no
le bastó con ser el prisionero político más joven de Chile cuando lo detuvo la dictadura a sus escasos 14 años, porque a Juan no le bastó con haber sido encarcelado a los 18 junto a su padre, y Freddy siguió queriendo reinventarse en el largo repliegue de la militancia revolucionaria de la transición. Los
condena la historia por su historicidad sin límites. Y ya sea el campo de batalla un tribunal o la vida
misma, la historicidad de los rebeldes sólo conoce un camino y se llama LIBERTAD.
Freddy ya lo dijo: “Nuestro real y único delito, del cual vale la pena ser culpables, es ser protagonistas
de nuestra historia. Nacimos y moriremos culpables, y seguirán naciendo culpables, hasta la victoria.”
Lamento no haber podido asistir al foro en solidaridad con los compañeros para decirles esto de frente,
pero espero que estas toscas palabras hayan cubierto en algo la ausencia; por ahora sólo envío un gran
abrazo a cada uno de los hermanos secuestrados, a sus familias y a sus entornos cercanos que viven día
a día con ellos la realidad de la cárcel. A cada uno de ellos vaya mi saludo.
Y pido disculpas por la impertinencia, pero quiero cerrar estas líneas con un habla que irrumpió en el
fin del foro de Enero, dijo Luis, el padre de Juan “...y siempre, nunca nos olvidemos: Mientras Exista
Miseria, Habrá Rebelión. Arriba los que Luchan!!!”
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