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Por fin vivos y libres
CARTA PUBLICA DE ALEXIS CORTES Y JORGE SALAZAR
Amada familia, queridos y estimados amigos y amigas,
organizaciones sociales, de trabajadores, estudiantes, pobladores, de derechos
humanos y de comunicación popular, a todos ustedes un fraterno y agradecido
abrazo de nuestra parte.
Lo primero es decir que en relación a los
hechos del día 7 de marzo, ocurridos en zona rural de Junín de los Andes, se
trató de un control policial fortuito. Fue un control bastante minucioso, tanto
de nuestros documentos como el allanamiento a las mochilas y al vehículo.
Esperamos hasta el último momento que terminaran de hacer su registro y
verificaciones, pero cuando nos plantearon llevarnos hasta la comisaría para un
chequeo mas intenso, tuvimos que actuar en consecuencia, dado que ahí se ponía
gravemente en riesgo nuestra libertad y de parte de uno de nosotros, quizás a
perpetuidad. Por tanto ni hubo reacción precipitada o antojadiza, ni menos
premeditada, sino un incidente enmarcado en el histórico conflicto social y de
clases del cual somos parte.
Intentamos una reducción a ambos policías y conminarlos a tirar sus armas y
rendirse. Todo se frustró porque el sargento Aigo se resistió y se produce un
enfrentamiento prolongado con las consecuencias conocidas.
El conductor de la camioneta quedó en medio del fuego cruzado. Por el bien y la
verdad, esta persona no tiene nada que ver con los hechos sucedidos, no sabía
ni que andábamos armados ni quiénes éramos en realidad.
La primera noche la caminamos hasta el amanecer, cuando decidimos escondernos
en un acantilado, donde nos atrincheramos. Nunca llegaron a ese lugar, a pesar
de que veíamos el gigantesco despliegue policial pot tierra y aire, cómo
rastrillaban la zona y revisaban con binoculares. Y nosotros sólo contábamos en
ese momento con el arma de puño, nuestra disposición combativa y una fruta como
único alimento. La comimos durante los primeros dos días, pues no encontrábamos
agua, sino hasta días después. Aún no sospechábamos lo que nos tocaría vivir en
todo ese tiempo: una odisea y a la vez un verdadero viaje místico por nuestro
wallmapu.
El primer indicio de ello fue en el amanecer cuando un traru (aguila mora) se
para en el acantilado muy cerca a acompañarnos en nuestra trinchera. El
segundo, al atardecer nos sobrevuela en forma rasante un gran manque (cóndor).
Esa noche salimos furtivamente del primer cerco para iniciar una larga,
durísima y extenuante marcha por nuestra vida y libertad.
Desde el primer paso de esa marcha nos confesamos que no nos íbamos a dejar
atrapar con vida. No por valentía, sino porque a esta altura, por lo sucedido y
por el odio de los ricos, eso significaba terminar prácticamente nuestros días
encarcelados. Y lo peor, encadenando a nuestros hijos y familia a esa realidad
y vida de mierda.
Afortunadamente esos días, con el radio de comunicación que andábamos trayendo,
logramos dar con la frecuencia del puesto de mando del operativo, donde incluso
se reportaban los helicópteros. Esto fue vital y lo que nos permitió una
ventaja táctica. Pudimos salirnos del cerco diario y siempre moviéndonos de
noche.
Llegamos a tener las rutinas y formas de operar de las fuerzas que nos buscaban.
El cerco llegó a ser tan estrecho que escuchábamos los reportes de las
patrullas a corta distancia por donde nos movíamos y su salida simultánea por
el handy.
Así pudimos tener una pequeña ventaja, pues sabíamos que un helicóptero buscaba
permanentemente y que otro se encargaba de desembarcar equipos de búsqueda por
la mañana y de evacuarlos por la tarde. Al mediodía los aprovisionaba de comida
y estaba permanentemente en tareas logísticas.
Básicamente, había un cerco o anillo estratégico que abarcaba todas las rutas
cercanas, con retenes, un segundo anillo con puestos de observación y un tercer
anillo móvil que incluía patrullas montadas y los equipos aerotransportados,
donde había rastreadores y equipos de choque.
La pequeña ventaja técnica nos posibilitaba la iniciativa táctica que, junto al
trabajo en equipo y la disciplina, creemos fueron vitales en nuestra victoria,
que así la consideramos.
Fueron días y noches de muchísima presión, los más duros de nuestras vidas,
pero también los más mágicos. Se trata de la relación con la Ñuke Mapu, la
madre tierra, que con el paso de las semanas se hizo vital y única aliada para
lograr sobrevivir en esas condiciones, terreno y clima.
Encontramos hierbas y raíces que nos permitieron por lo menos mantenernos, así
otros alimentos cuyo valor energético es alto, entre esos, pequeños animales y
otros que nos permitió no sólo sobrevivir, sino darnos las fuerzas para
afrontar la travesía y marcha de resistencia a lo largo de nuestras imponentes
montañas andinas.
Estamos convencidos que nuestra sobrevivencia en estas condiciones tiene que
ver tanto con los acumulados históricos de la formación combatiente en la
resistencia de nuestros pueblos del continente como también gracias a que
siempre pedimos permiso a los gnen y protección al pillán mahuiza.
Tuvimos sin duda situaciones límites y en que casi nos morimos, más allá del
accionar del enemigo y su cacería humana, sino que tienen que ver con el
terreno y el clima.
Fueron los días en que nos llovió. Implicaba además cruces de ríos y zonas de
estepas inundadas y soportar fríos bajo cero mojados. Y en noches cerradas y
lluviosas, a estar al borde de la hipotermia.
Habíamos guardado pequeños palitos secos con los que logramos milagrosamente
prender para hacer fuego y secarnos..y así continuar en condiciones la marcha.
Después de dar cuenta de una larga, durísima pero victoriosa lucha contra el
enemigo y en contra nuestras propias limitaciones, de comprometernos con la
Ñuke Mapu, hoy estamos más fortalecidos y convencidos del camino de nuestra
lucha de resistencia y construcción del poder popular insurgente, autónomo y
libertario.
Hermanos(as), familia, pueblo nuestro, podemos decir también que sí sirven las
cadenas de protección que sabemos algunos nos han tendido, contribuyendo a
nuestra sobrevivencia y victoria.
Así también debemos decirles que junto con esto y nuestro compromiso con la
resistencia indígena y popular del continente, lo que más fuerza nos dio, sobre
todo en las situaciones más al límite, fue la carita y voz de nuestros hijos,
que se aparecían en esos momentos nítidamente, que las fuerzas y esperanzas
volvían para reiniciar la marcha.
Por último, no podemos dejar de agradecer los comunicados y la reivindicación
que han hecho de nosotros nuestras organizaciones.
Estamos orgullosos de ser parte de ellas y también orgullosos de todos quienes
nos han apoyado con su solidaridad, denuncia y movilizaciones. De cómo se ha
enfrentado esta batalla en medio de cercos militares, políticos,
comunicacionales y todo el plan contrainsurgente de los estados
democrático-policiales que continúan persiguiendo y reprimiendo a los pueblos
en todo el mundo.
De verdad hemos sentido su cariño y compromiso, y se lo agradecemos con el alma
y con nuestra lucha que no cesará hasta vencer o morir, porque solo la lucha
nos hace libres y nos permite construir una sociedad libre de explotación y
marginación, entre iguales y en armonía con nuestra naturaleza.
Jorge Salazar y Alexis Cortés, mayo 2012.
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