sábado, 26 de noviembre de 2011

SOBRE LA VIOLENCIA


Reivindicar la violencia (en términos muy genéricos) nunca ha sido fácil. En primer lugar surge la dificultad de delimitar que es violencia: ¿fuerza o poder, ambas o ninguna de las dos? Segundo,  el Estado a través de todas sus formas represivas siempre la ha condenado como delito, señalando continuamente a través de sus asquerosos medios de comunicación el nivel de violencia de la delincuencia, el temor de los ciudadanos a ser “violentados” por los desadaptados que pueden vulnerar su “seguridad”, y un sinfín de otros discursos que se reducen a la máxima de “queremos vivir en paz”. Tercero, desde una perspectiva más revolucionaria o radical el uso de la violencia siempre ha sido reivindicado como una forma de lucha válida toda vez que es la respuesta que tenemos como oprimidos para defendernos de la violencia del estado, de su terror de estado. Se reivindica desde la posibilidad de entregar armas al pueblo para un enfrentamiento directo en un estado insurreccional de la lucha de clases, hasta la barricada  que se prende en el contexto de una movilización estudiantil. Desde éste último punto de análisis es de donde surgen dos cuestionamientos: en primer lugar por qué la enarbolamos como bandera de lucha, y segundo cómo validamos –si es que esta es nuestra conclusión- frente la “ciudadanía” o mejor dicho frente a la sociedad, su utilización.
Sobre el primer punto de conflicto mucho se ha discutido, la idea general y a la cual también adhiero es que es una respuesta de los explotados u oprimidos de manifestarse contra las injusticias de este sistema, es una forma de decir basta ya, de que no queremos transar con sus propuestas reformistas, queremos destruir todos sus cimientos de capitalismo, y construir una vida nueva, a nuestra manera. Porque reivindicar la violencia no significa vivir en constante destrucción, es también construcción de lo nuevo que queremos, porque cuando se critica tanto la “postura violentista” es porque no se quiere cambiar lo establecido, se quiere mejorar o mantener. Todo quien levanta la violencia debe visualizar como proyecto la cesación de la misma, la eliminación de todas las formas violentas contra los seres humanos y la tierra, no es posible reivindicar la violencia como un fin en sí mismo, sino meramente como un medio para construir con nuestras propias manos la vida y el mundo en el cual queremos vivir. Cuál es el problema de todo este discurso? El problema se encuentra en que el Estado, los poderosos, los explotadores -o como se quieran llamar-, siempre van a deslegitimar su utilización, llamándonos violentistas, subversivos o delincuentes, levantando el discurso de la paz social y seguridad ciudadana, más pacos en las calles más seguridad igual más tranquilidad. El problema real no se encuentra en una cuestión de definiciones, o sea no es cuestionar al Estado porque nos llame delincuentes. La cuestión es clara para el Estado somos delincuentes porque transgredimos SUS LEYES, pero nuestra energía debe ir enfocada a demostrar la verdadera realidad: la violencia del estado.
Ahora cómo lo hacemos? Con un aparataje mediático donde la prensa intenta poner el miedo en todos, donde salir a la calles es peligroso, donde compartir en una actividad callejera es peligroso, donde reclamar por alzas es peligroso, cómo levantamos el discurso de la violencia en una escenario lleno de miedo y represión, cómo validamos que es más violento el alza del transantiago a no pagar el pasaje, siendo que sus malditos inspectores nos acechan continuamente, o cómo validamos que tener una educación de mercado es más violento que una toma, si el alcalde de turno no amenaza con la pérdida del año escolar, cómo salimos a las calles a protestar si dicen que los encapuchados son más violentos que los pacos, y nos amenazan con sus condenas del infierno. Para quizás alguien más consciente son consecuencias asumidas, pero lo importante es no olvidar que las cosas no las hacemos solos o solas y que todo este discurso no proviene de la nada.
En las últimas jornadas de protesta en el país hemos visto como la gente se ha volcado a las calles, como el miedo a salir poco a poco se ha ido acallando, pero también hemos visto como muchos intentando reivindicar el concepto de marcha ciudadana “pacifica” han reprimido ha compañeros que se han enfrentado a los pacos, o han destruido un banco o una cadena de comida rápida. La pregunta que surge es como entender esas actitudes, marchamos juntos, gritando que esto no está bien, pero la idea de pacifismo se impone. La respuesta que se le puede dar a ese fenómeno es que no se han dado cuenta de lo violento que es que marchemos “libremente” custodiados por 2000 efectivos policiales, o que nuestros pasos sean en todo momento seguidos por las cámaras de seguridad que adornan las ciudades. Quizás la respuesta a la segunda interrogante (de cómo validamos la violencia) sea demostrando que ellos son más violentos que nosotros, sea demostrando que sus reformas legislativas son una basura, más de lo mismo, en definitiva es mostrar un discurso radical, fuerte y bien potente que demuestre porque reivindicamos la violencia. El desafío está en la propaganda de nuestra ideas en todos los espacios que estén en conflicto, la conclusión es que no podemos quedarnos callados, esperando un levantamiento social, tenemos que ocuparnos de la violencia no sólo como un panfleto sino como una acción, como una herramienta de lucha que no es sólo tirar una piedra a un zorrillo, sino es ir transgrediendo su orden y sus leyes poco a poco, es ir perdiendo el miedo, es ir retomando nuestra propia vida.  

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